San Justino, mártir

San Justino nació alrededor del año 100 en la antigua Siquem, en Samaria. De padres paganos y griegos, recibió una excelente educación en filosofía, literatura e historia. En su obra “Diálogo con el Judío Tifón”, relata su búsqueda filosófica de la verdad que lo llevó a la fe cristiana. Fundó una escuela en Roma, donde enseñaba la nueva religión gratuitamente, considerándola la verdadera filosofía. Por ello, fue denunciado y decapitado en el año 165 bajo el reinado del emperador Marco Aurelio, a quien había dirigido su «Apología».

Justino y sus obras muestran cómo la Iglesia celebraba el culto desde sus inicios. Las actas de su martirio son documentos impactantes de la antigüedad. En un diálogo con el alcalde de Roma, Justino explica que dedicó sus primeros treinta años a la filosofía, pero encontró la verdad en el cristianismo, que enseña que hay un solo Dios creador y que Jesucristo, su Hijo, se hizo hombre para salvarnos. Pese a las amenazas de tortura y muerte, Justino y sus compañeros declararon firmemente su fe cristiana, prefiriendo morir antes que renunciar a Cristo.

Justino fue torturado y decapitado junto con cinco hombres y una mujer. Sus cuerpos fueron enterrados en secreto por algunos fieles, quienes se alegraron de su valentía y le dieron la gloria a Jesucristo.