Cada 5 de febrero la Iglesia recuerda a Santa Águeda de Catania -a veces también llamada “Ágata”-, una joven que consagró su virginidad a Dios y que murió martirizada durante la persecución ordenada por el emperador romano Decio (siglo III).
Águeda nació en Catania, Sicilia, en el sur de Italia, hacia el año 230. Como muchas mujeres de su tiempo, decidió consagrar su vida a Jesucristo, ofreciendo su virginidad.
Patronazgo
Hoy se recurre a ella para que interceda por las mujeres que tienen partos difíciles o problemas con la lactancia; y, en general, por aquellos que sufren dolencias en el pecho. Se le considera asimismo protectora de las mujeres y patrona de las enfermeras. En la iconografía tradicional, Santa Águeda suele ser representada con la palma del martirio -la palma de la victoria- en la mano, o sosteniendo la bandeja en la que colocaron sus pechos.