Juan Pablo II canonizó Paola Elisabetta Cerioli (1816-1865), cuya vida, de gran sufrimiento por la pérdida de sus cuatro hijos y la viudedad precoz, se transformó en una entrega maternal a los necesitados inspirada en la Sagrada Familia de Nazaret.
Con 38 años, en su viudedad, entra en una profunda crisis existencial que le impulsa a buscar con más profundidad el significado de lo que le había ocurrido.
Orientada por monseñor Alessandro Valsecchi y después por el obispo de Bergamo Pietro Luigi Speranza emprende un discernimiento confiándose al Señor con renovado entusiasmo mientras sentía revitalizado su deseo de maternidad, que mantuvo vivo por las proféticas palabras de su hijo Carlos, quien agonizante le había dicho: «No llores por mi próxima muerte, mamá, porque Dios te dará otros muchos hijos».
Se lanzó con valor a la práctica de la caridad, socorriendo cada día a los necesitados y enfermos del lugar.
Comprendió que las palabras de su hijo tenían una extraordinaria realización en el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret, donde María y José cooperan de forma admirable al plan salvífico del Padre haciéndose una prolongación terrena de su maternidad y paternidad salvífica y universal.
Así fue transformando su acción caritativa hacia los niños más solos y abandonados y se convierte en un proyecto a realizar con algunas compañeras y compañeros de apostolado para dar futuro a quien, sin una familia digna, carece de él.