Cuando Josafat estudió las doctrinas de los Padres de la Iglesia, se quedó fascinado por ellos. Al profundizar en la tradición de los Padres, advirtió claramente cómo ellos habían sido fieles depositarios y transmisores de las verdades reveladas, y cuanto fuera necesario recomenzar a recordar sus enseñanzas. Estaba muy convencido de ello.
Reconoció igualmente que el pensamiento de los Padres de la Iglesia Oriental en ningún modo había socavado la unidad de la Iglesia Católica, al contrario, se dio cuenta que la unidad y la pluralidad universal tienen en sí mismas una tal belleza espiritual, que no pueden dejar de estar siempre unidas.